Desde la antigüedad, los aceites esenciales se han empleado para tratar enfermedades, en productos de belleza, adoración a varios dioses y hasta en el proceso de momificación. En sus inicios se los conocía como la quinta esencia de las plantas y los alquimistas los usaban en medicinas. Hoy, los conocemos por sus múltiples beneficios para nuestro cuerpo y mente por lo que también son medicinales aunque no precisen de prospecto médico.
Cada aceite tiene una identidad, un aroma y unas características propias. Pero, además, poseen un beneficio conjunto: la posibilidad de su mezcla nos permite obtener todas aquellas propiedades más convenientes para nosotros.
Cada aceite esencial tiene su aroma y perfil terapéutico determinado (desde propiedades calmantes y relajantes, hasta estimulantes y vigorizantes). Algunos, como el jazmín son de vital ayuda en estados depresivos, otros como la rosa ayudan al cuidado de la piel y algunos más como la canela alivian síntomas como los de la gripe.
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