Las conocidas lámparas de sal proceden de la cordillera del Himalaya, concretamente
de Pakistán. Son lámparas que se realizan a mano directamente de la roca
natural, motivo por el que cada pieza es única. Además, cada una de ellas
requiere un proceso natural de cristalización de las rocas salinas que conlleva
una duración de más de 250 millones de años.
Las sales de estas lámparas se disuelven en la humedad del ambiente
generando partículas cargadas eléctricamente llamadas iones. Mientras la
lámpara se mantiene encendida, el proceso de ionización se acelera. Este acto estimula la transformación de los iones positivos (prejudiciales) en iones
negativos (beneficiosos) que, entre otros, regulan la cantidad de iones de
energía poco recomendable que desprenden televisores, ordenadores y demás
dispositivos eléctricos.
La priorización de iones negativos en el ambiente es tan favorable que
reduce: las reacciones por alergia, los dolores de cabeza y la cantidad de
bacterias en el ambiente. Pero no sólo sus iones resultan provechosos, su cálido
color anaranjado estimula la creatividad y proporciona dinamismo y, junto con el
blanco con que se combina, refuerza la concentración y ayuda a tener claras las
ideas.
Este mineral es práctico y útil a la par que un bonito objeto de
decoración. Una lámpara que no sólo da luz sino que además purifica el aire y
aporta equilibrio a nuestra salud física y emocional.
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